Solo por curiosidad, si abrimos Google y buscamos “Low Cost”, el motor de búsqueda (es decir: el buscador), nos proporcionará 398.000.000 resultados.
Una locura.
Si cerramos la búsqueda y añadimos “gastronomía” en el criterio de búsqueda: “Low Cost Gastronomía” encontraremos una cifra más reducida, 324.000 resultados. Más reducida pero no deja de asustar. La reducción del número de páginas encontradas es lógica, cuanto más concreto sea el criterio de búsqueda (cuantas más palabras incluya) más se estrecha ésta y menos resultados encontraremos. Salvo que incluyamos un nuevo término cuyo alcance vuelva a abrir la búsqueda y aumente los resultados, y nosotros lo hemos hecho al buscar “Low cost Gastronomía Madrid” y hemos encontrado 393.000 resultados.
Asusta.
Asusta si tu profesión y tu dedicación, durante décadas, está centrada en la restauración. Asusta si llevas toda tu vida dedicado a ofrecer el mejor género y el mejor servicio en todo un Madrid.
Asusta porque inviertes todo tu patrimonio, tu fuerza y toda tu salud en buscar, encontrar y acondicionar los mejores emplazamientos para abrir tus Asadores. Creas una línea de negocio basada en el trabajo y en captar a los mejores proveedores para que tus clientes (algunos incluso terminan convirtiéndose en amigos con los años) sean también los mejores. Mejor sitio, mejor género y mejor clientela aderezados con el mejor servicio, pues también hacemos eso: seleccionamos a los mejores profesionales para hacer de nuestros Asadores Imanol una experiencia irrepetible. Los seleccionamos y, gracias a nuestra experiencia y concepto de profesionalidad: los formamos. Nos retroalimentamos, nosotros les brindamos una oportunidad laboral y ellos nos devuelven confianza con profesionalidad y saber hacer.
Todo esto es incompatible con el “Low Cost”.
A nuestros clientes, y a nosotros, nos complace sentarnos a comer y ver que nuestros comensales comparten “el gusto por el buen gusto”, valga la redundancia. Y el buen gusto está reñido con el “Low Cost” porque nuestros platos no pueden servirse en envases de plástico ni concebimos la mochila y la sandalia como complementos adecuados para visitar un restaurante. Ni el nuestro ni ningún otro.
El “Low Cost” deprecia (obviamente) el sector en el que se introduce.
Lo deprecia y lo tritura.
Es la falsa promesa de calidad (y a ser posible, cantidad) gratis. Es combatir el gusto y la clase, la calidad (lo dicho: ubicación, servicio, materias primas) y sustituirlos por la premura, el precio casi inexistente y “calidades” sospechosas.
El “Low Cost” hace daño porque es desleal.
Ofrece tiempos y precios que no permiten la competencia, vulgarizando el producto final y tratando al cliente como meras cifras que desfilan sonrientes sin saber jamás qué es lo que se están llevando a la boca ni las repercusiones que éstos “alimentos” tendrán en su organismo.
El “Low Cost” tritura al mercado: gastronomía, transporte, hostelería y todo lo que se le interponga en el camino, sea cual sea el sector.
Bien lo saben nuestros amigos y clientes a quienes agradecemos de corazón que sigan depositando su confianza en nuestro saber hacer, en nuestra experiencia y en nuestra calidad (Certificado de Excelencia 2015 en TripAdvisor).
No nos engañemos… “Low Cost” no significa, por fuerza: ser “barato”. Un producto barato puede resultar caro si lo sometemos a la balanza de la calidad/precio. Y si no, os invitamos a invertir una hora y media de vuestro tiempo viendo un documental que os abrirá los ojos (aunque intuimos que sabréis de cuál hablamos) llamado “Supersize Me”, una investigación en la que el protagonista del documental decide alimentarse un mes completo a base de “Fast Food” de una conocida marca de hamburguesas y su salud le pasa factura disparando todos los niveles y alarmas que nuestro organismo tiene por disparar. Cadenas cuyas ensaladas (a través de sus salsas) contienen el mismo azúcar, la misma grasa y el mismo colesterol que sus bocadillos industriales.
Ahora se esfuerzan por demostrar la calidad del origen de su materia prima y no seremos nosotros quienes lo discutan, ni mucho menos. Incluso nos atreveríamos a avalarlo: su origen. Nuestro “pero” radica en el tratamiento que se hace de esas materias primas. En cómo se manipulan y elaboran los “platos” finales. En el trato dispensado al cliente y en el impacto que todo esto tendrá en su salud.
Los Asadores Imanol también elaboran hamburguesas, como nuestras hamburguesas de Belaúnde. Sabrosas y saludables por igual. Una calidad reñida con la premura y el “Low Cost”.
“Low Cost” no debería asociar precios bajos con reducción de calidad, pero lamentablemente así es. Dedicamos todo un artículo en nuestro blog De pintxos y tapas para defender al Sector de la restauración del caballo de Troya que supone dinamitar los precios y diluir conceptos tales como atención al cliente y satisfacción personal (y profesional).
El refranero español está sembrado de sabiduría. Hoy lo llamamos “Low Cost”, y dedicamos párrafos a defendernos de él, sin embargo nuestros ancestros, que eran parcos en la palabra sabían resumirlo todo en una expresión, una frase… y siempre preñados de razón, de ahí que el título del artículo destaque que todo tiene su precio y su valor y éstos van de la mano… porque nadie vende “Duros a 4 pesetas”.