Podríamos tirar de hemeroteca para refrescar aquello que os dijimos en agosto de 2013 (ya casi estamos en 2016) sobre “la importancia de tener tu propia huerta” cuando os hablamos de nuestras judías verdes.
Podríamos sacar pecho (y podemos) al referirnos a nuestros proveedores sea cuál sea el producto con el que nos abastecen y que incluimos en nuestra carta (no hay más que mirar las primeras marcas mencionadas en nuestro blog: Pulpo gallego de roca; Johnnie Walker Etiqueta Azul…).
Podríamos hacer hincapié en la importancia de la tierra a la hora de seleccionar el mejor género entre la oferta existente. Capital para nosotros, capital para vosotros.
Pero hoy tiraremos de la sabiduría popular (no del refranero, que ya lo hemos hecho con anterioridad (al hablar del peligro del Low Cost). Hoy rescatamos a un roedor que hizo feliz a más de una generación cerrando cada uno de sus capítulos con su frase “…y no olvidéis vitaminaros y mineralizaros”, Super Ratón.
Frase “simple” que, vista con ojos de adultos entraña un sentido común que de pequeños se nos podía escapar. Un sentido común que, lejos de trivializar este artículo, nos invita a rescatar al personaje justo ahora, cuando el otoño aprieta, para comprender y hacer entender la importancia de la buena alimentación.
Y es precisamente eso lo que hacemos en Imanol: Alimentaros.
Si alguno de vosotros ha hecho un alto en la lectura para decir “en Imanol lo que me hacéis es darme un homenaje”; “Imanol me hace sufrir cuando he de elegir dudando entre su rape y su buey…” Vale, lo aceptamos. Entendemos que eso también lo hacemos.
Pero de fondo, sea con uno u otro manjar, os alimentamos y, a sabiendas de ello, gozamos haciéndolo, porque en el fondo, os cuidamos.
Eso sucede con este producto: el tomate rosa.
Un tomate cuyas matas se remontan hasta cuatro generaciones al contar con un proveedor que recibió las semillas que hoy cultiva de su padre, quien las recibió del suyo y así hasta el tatarabuelo. Eso es tradición, es amor por lo que se hace y es saber elegir lo mejor para que, detrás de una ensalada sencilla, nuestros comensales reciban, a veces sin saberlo, el sabor más puro y tradicional de nuestra huerta, lo más genuino de nuestra tierra y lo más delicioso al paladar.
Generaciones de tradición, sabor y pasión llevadas de la huerta a Imanol.
Como sucedía en un ejemplo muy reciente de nuestro blog, al hablaros de la Guindilla de Ibarra, la materia prima es capital para nuestra carta, para vuestra satisfacción y nuestra tranquilidad.
Pero puestos a ser sinceros, os diremos. Nuestro tomate es feo. Muy feo. Y en su fealdad radica su éxito.
Nuestros tomates son medianos tirando a grandes, y grandes. No hay dos iguales. Unos tienen marcas y otros tienen una forma cuya geometría (o falta de) los hace incalificables. Así son nuestros tomates. De huerto. Tradicionales. Artesanales. Auténticos. No han visto un plástico en su vida. Y decir esto es decirlo todo sobre ellos.
Son todos diferentes porque se cultivan artesanalmente y cada uno crece y se desarrolla a su antojo, como seres vivos que son. Algunos tienen cicatrices porque su piel es extremadamente sensible y finita. Y el pezote es especialmente grande e irregular porque la mata en la que crecen es natural y solo le faltaría ser salvaje para ser silvestre.
Todo esto hace que, por condiciones de humedad, por el sol que reciben, por la tierra en que se cultivan, nuestro tomate concentre su fuerza en su textura y esto repercute, directamente, en su sabor.
De ahí que me acordara de Super Ratón al ponerme a pensar por dónde hincarle el diente al tomate rosa que os servimos en nuestra ensalada en Imanol…
Porque sí, están buenísimos, pero además estos tomates están repletos de vitaminas y rebosan sales minerales.
Si a esto le añadimos que nuestra ensalada incluye salmón, y no cualquier salmón. Ya os hablamos de él en nuestro artículo “1mm de placer…” al hablaros de otra de nuestras ensaladas (la de salmón): Ahumados Domínguez, la joya de la corona del ahumado en España.
La suma de estos ingredientes, todos de primerísima calidad, rebosan salud, sabor y satisfacción. La misma satisfacción que el la que rebosan los rostros de nuestros amigos cuando entrecierran sus ojos al deleitarse con esta sencilla pero perfecta ensalada de tomate rosa, con salmón.