Atrás quedaron los tiempos de la mujer florero.
Lejos, muy lejos afortunadamente. Los tiempos en que las mujeres temían a la primavera porque se convertía en la antesala del sufrimiento: la operación bikini. Y todo para lucir palmito y recibir la desconsiderada aprobación de sus parejas respectivas.
La mujer Imanol tiene ya muy superado ese estereotipo femenino que tanto daño ha hecho a la mujer.
Nuestras mujeres, amigas y clientes, se enfundan falda y/o pantalón, se suben a sus tacones, se cruzan la chaqueta y salen a batirse el cobre día a día.
Lo vemos a lo largo del año, eso se percibe y se agradece. La mujer ya no se limita a reiterar las bondades de un vino. Será bueno o malo, según su paladar, y si no convence, lo echa para atrás.
La mujer Imanol saborea y degusta un buen vino con la misma satisfacción que se enfrenta a nuestras carnes rojas. Sin ser ni más ni menos que el comensal masculino que la acompaña.
Afortunadamente, como decíamos al principio, esos arquetipos están superados, y con creces. La mujer que esperaba en casa con la comida caliente a la llegada de su marido es un recuerdo en nuestra memoria. Un recuerdo que no habremos de olvidar para que no se repita. La mujer de ahora, la “mujer Imanol”, reserva mesa desde su despacho, acude en su coche, lo aparca y se adentra en nuestros establecimientos en busca del placer sensorial que implica comer en cualquiera de nuestros asadores Imanol.
Se le cierran los ojos cuando degusta un vino bien decantado, presaborea las carnes al verlas crepitar en su mesa y se abandona a una buena charla con sus comensales al término de su comida.
Quizá, por mucho decir, podríamos afirmar que se cuida mejor que el hombre. No deja de comer para la llegada del verano, por ejemplo. Se dosifica mejor y planifica su alimentación con perspectiva a sabiendas de a dónde quiere llegar y cuándo.
Para ello seguirá degustando nuestra parrilla, intercalando carnes y pescados con algunas verduras más, con su pizca de sal Maldon y su chorrito de aceite de oliva virgen. Se cuidan más, pero no se torturan.
Para ello cuentan con un gran aliado en Imanol, Carta Asador Imanol. Y lo saben.
Cremas frías de calabacín; de puerro (Vychissoise); de batata y de melón… Cogollos de Tudela con ventresca; Espárragos de Lodosa (y/o trigueros) o salmorejo. Sin dudar en rematar una gran comida dándose el gustazo de estimular su digestión con un cóctel de nuestra casa: mezcla entre dulce, salado y picante, capaz de quemar calorías en boca y mejorar nuestras sensaciones digestivas.
Como decíamos, se cuidan, sí. Pero no se martirizan porque saben a buen seguro que los pocos o muchos excesos que puedan darse al comer lo quemarán con creces a su vuelta a la oficina, o, y cada vez más, cuando salgan de esta y se paren su par de horas de rigor en el gimnasio haciendo ejercicio aeróbico y/o enfundándose sus zapatillas de running y poniéndose la ciudad por montera.
Esa es la mujer Imanol de la que nos sentimos orgullosos.